In this episode, Sergio from Mexico shares a story about a visit to his uncle Juan’s ranch when he was a boy.
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[00:55] Bienvenidos al episodio de hoy “El rancho de mi tío Juan.” Mi nombre de Sergio y usaré español de Latinoamérica. Hablo español de México. En este episodio les voy a hablar del rancho de mi tío Juan. Vamos a empezar.
[01:12] Antes de comenzar este relato déjenme explicarles un poco el contexto. Nací y crecí en una ciudad muy grande. Era lo que se llama un chico citadino y obviamente crecí con las comodidades de una gran ciudad y también, como era hijo único, recibía toda la atención de mis padres, lo cual no me molestaba para nada. Al contrario, era muy agradable sentirse el único, el rey de la casa o como decimos aquí en México, el consentido.
[01:41] Una vez al año íbamos de vacaciones a Querétaro, la ciudad donde vivía la familia de mi papá. Era una familia muy pero muy grande. Pero casi no había tenido tiempo de conocer a la familia de mi madre, hasta que un día mi madre me platicó que tenía un tío, el tío Juan.
[01:58] El tío Juan vivía fuera de la ciudad, vivía en un rancho aproximadamente a una hora de la jungla de asfalto. Mis padres habían planeado ir el fin de semana, es decir, tres días, y conocer a toda la familia de mi tío y las actividades que realizaba. Recuerdo que fue un viernes por la mañana cuando nos salimos de la carretera rumbo a rancho de mi tío Juan. De vez en cuando tenías que pasar en medio de cientos de vacas. Claro que al principio me daba miedo porque no sabía cómo iban a reaccionar, pero son animales tan dóciles, tan tranquilos, que solamente están comiendo el pasto y te voltean a ver como un extraño.
[02:35] Qué diferente era el aire de campo, qué diferente era el respirar sin smog, sin polución en el aire. En cierto modo, yo creo que el oxígeno que respiraba era tan puro que hasta los pulmones me dolían. Había árboles frutales por todos lados, sobre todo de mango. Había tanta vegetación también. Había también toda clase de pájaros por todos lados. Algunos estaban buscando alimento en el suelo. Otros estaban situados en las copas de los árboles y algunos que emprendían la huida al oír el ruido del motor.
[03:10] Después de casi dos horas de andar en esos caminos, de abrir tantas cercas, mi madre me dijo “Mi hijo, ya casi llegamos” A lo lejos, se podía ver una casa y parecía tan pequeña, pero al irnos acercando se fue haciendo cada vez mucho más grande. Y finalmente ahí estaba él, mi tío Juan, un hombre alto, de mirada fuerte, cejas pobladas, barba casi cerrada y un machete al cinto. Entonces, cuando nos bajamos del vehículo, mi madre me presentó y dijo “ Sergio, este es tu tío, tu tío Juan”.
[03:47] Lo que más recuerdo de ese momento fue su mirada. Tenía los ojos claros, color café. Sin mencionar palabra alguna me tomó de la cintura firmemente y me arrojó al aire exclamando “¡Entonces tú eres Sergio, el hijo de Haydé!” Cuando finalmente volví a poner mis pies en la tierra, no sabía qué había pasado. Pero la gente de rancho es así, es muy franca, es muy sincera, es muy abierta. Tío Juan dijo “Caray, pensé que nunca te iba a conocer. ¡Qué grande estás! Me imagino que deben de tener hambre. Pasen… vamos a ver a tu tía Amparo!”
[04:22] De antemano ya había percibido un olor delicioso que provenía del rancho y ahí estaba mi tía Amparo en la cocina. Una mujer muy esbelta, con el cabello rizado. Nos tenía casi lista la mesa para comer. Era sorprendente porque era tanto lo que había para probar. Mi tía Amparo entonces paró lo que estaba haciendo, se dio la media vuelta y abrazó a mi madre fuertemente y le dijo “Te había extrañado tanto, hija. ¡Tenía mucho tiempo de no verte!” Entonces dirigió su mirada hacia mí. En ese momento me imaginé que también iba a salir volando otra vez por los aires. Pero no, mi tía no era tan fuerte como mi tío Juan. Al menos no de esa manera.
[05:02] Entonces mi tío Juan me pidió que le ayudara a sacar agua del pozo para poder lavarnos las manos. Yo nunca había visto un pozo en la vida real. Creía que solamente era un invento. Obviamente, el pozo no está dentro de la casa. Es decir, el agua tienes que trasladarla todos los días para cualquier actividad que tengas. El pozo tenía en la parte alta una polea. Tiraba de una cuerda a la que se unía una cubeta. Esa fue mi primer lección – sacar agua del pozo. Me asomé por curiosidad y vi que era muy profundo, casi como unos 15 metros. El pozo se encontraba aproximadamente como a unos 20 metros de la propiedad, es decir, de la casa.
[05:42] Después que empezamos a comer, empecé a sentir una fiesta en mi boca, una fiesta maravillosa que nunca había experimentado antes. Los sabores, la textura, los olores y los colores que te imaginas en ese momento hacen que te quieras llevar siempre un pedazo de tu rancho. No quiero decir con eso que mi madre cocinara mal, no… solamente que los ingredientes en el rancho eran completamente frescos. Solamente tenías que salir a la hortaliza, cortar algo y cocinar con ello. Tantos sabores mezclados en ese momento en mi mente y en mi boca. En fin, toda una fiesta.
[06:16] Y como todavía era desayuno, pude probar por primera vez la leche fresca de vaca. Yo no sabía que la leche, cuando la hierves, se genera en la capa superior, algo que se llama nata. La nata es como mantequilla y la puedes untar en lo que tú quieras, sobre todo en pan. Obviamente, la alimentación de la ciudad a la alimentación de alguien que creció en un rancho es completamente diferente. No podrás ver una gaseosa o una soda porque no hay ningún lugar donde la puedas comprar cerca. Solamente puedes tomar agua, hacer agua de naranja, agua de limón, agua de mango y además la comida. Todo lo encuentras en el patio de tu casa.
[06:54] Otra de las cosas que era muy raro para mí era que no tenían gas, el gas que conocemos de la estufa en donde cocinamos nuestros alimentos en la ciudad. Ellos utilizan leña, pedacitos de árboles cortados que los prenden y te sirven para poder calentar un comal. En el comal, pones todas las ollas que se van calentando poco a poco. Si quieres que algo se cocine más rápido, simplemente lo pones en el centro. Si quieres que algo vaya hirviendo, poco a poco lo colocas a un lado.
[07:22] No pueden dejar de faltar las salsas. Yo solamente conocía la pimienta como un polvito que le pones a un huevo cocido o a tu comida. Aquí conocí unas bolitas negras, la pimienta real, la pimienta de Tabasco. El orégano era una planta y yo solamente la conocí en polvo. ¡Cuán diferente se cocina en la ciudad a cómo cocinaba mi tía Amparo en el rancho de mi tío Juan! Se podía percibir completamente el sabor a tantas cosas diferentes y deliciosas y el olor a tomate, cebolla, ajo, pimienta, orégano, epazote, frijoles recién cocidos. En fin, ¡ya me está empezando a dar hambre otra vez!
[08:02] En el rancho de mi tío Juan como no se contaba con electricidad y por lo tanto no podías utilizar una licuadora para poder hacer tus salsas, utilizas una licuadora ancestral que se llama molcajete. El molcajete está elaborado de piedra volcánica. Es de color oscuro y tiene una base como ún matraz. Simplemente colocas lo que vas a licuar, entre comillas, claro. Y una vez que ya tienes todos los ingredientes listos, simplemente con la otra piedra del mismo material, empiezas a moler suavemente, a aplastarlos, a hacer como una pasta. Le colocas un poco de agua, sal, pimienta y obviamente, si estás comiendo en un rancho en México no puede faltar el picante.
[08:42] Después de esto me dieron un recorrido por el mini zoológico que había. Había tantos animales por ver. Había un gallo que cantaba casi todo el día y a cada rato, yo creo que de felicidad, porque no había otro motivo. Las gallinas andaban libremente por todos lados, buscando gusanos o buscando insectos para comer todo el tiempo. Había tres patos que siempre andaban caminando por todos lados. Parecían los guardianes, pero el verdadero guardián que conocí en el rancho de mi tío Juan era el viejo ”Solovino”. “Solovino” era un perro que había visto días mejores. Ya era un perro viejo, ya estaba cansado. Se la pasaba casi dormido todo el día. Y también tenía compañía, el viejo “Mauro”, un gato.
[09:25] Me acuerdo que era un concierto todo el día. Las gallinas cacareaban, los patos graznaban, los gallos cantaban. Pero antes de que cayera la noche era un silencio total. Como en el rancho no había electricidad, solamente se podía ver con quinquis. Lo molestos son los mosquitos, pero estos terminan de cenar aproximadamente como a las 7 de la noche.
[09:46] En el rancho de mi tío Juan tienes que acostarte a dormir temprano aproximadamente como las ocho de la noche, porque tienes que levantarte muy temprano a las cuatro para que el día pueda rendir. Recuerdo que eso fue una de las noches que escuché a un búho uluar en la oscuridad junto con el sonido de los grillos.
[10:04] Pero de todas las cosas que recuerdo fue lo más interesante fue cuando una noche alcé mi vista al cielo para ver la luna y vi miles y miles de estrellas que en la ciudad jamás había visto. Vi estrellas fugaces. Vi un espectáculo de vida en el cielo y me di cuenta que si pones atención.. todos los días, todas las noches, todos los instantes, puedes descubrir algo nuevo, algo de lo que nunca te habías percatado. Alrededor tuyo siempre pasan cosas interesantes. Solamente tenemos que poner un poco de atención a todo lo que te rodea.
[10:42] Eso es todo por hoy. ¡Gracias por escuchar y nos vemos pronto!
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