En este episodio de ‘Gatos que fueron Tigres’, nos adentramos en el corazón mestizo de Lavapiés, donde Miguelito Candela, intrépido, levantó con sus propias manos un templo para la bohemia y el compás. El Candela no fue solo un bar: fue una cueva de duende, guitarras y madrugadas infinitas. Miguelito, alma incansable, fue el primero en llegar y el último en marcharse, encendiendo cada noche una hoguera de música y vida. En sus muros de ladrillo y humo, Madrid aprendió a latir de otra manera, y su leyenda, como su nombre, sigue ardiendo.