El consumo de ultraprocesados se ha triplicado. Son rápidos de consumir, atractivos y generalmente baratos —no han subido tanto en la cesta de la compra como los alimentos frescos—. Pero pese a la diferencia de precios, el riesgo es muy grande: perjudican nuestra salud y engañan a nuestro cerebro. ¿Por qué no podemos dejar de comer ultraprocesados? Lo analizamos con Pilar Pérez, jefa de la sección de Salud de EL MUNDO
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