El ataque de Hamás como barbarie, y como excusa; el bombardeo diario, constante, de un territorio minúsculo habitado por más de un millón de personas; los edificios, las escuelas, los hospitales arrasados; la angustia de no poder salir; la angustia por los rehenes; la tregua que amaga, pero no llega; Netanyahu aupado por los ultras dentro y fuera de su gobierno, el reconocimiento del estado palestino, la palabra genocidio que empieza a sonar con fuerza. Más de 67.000 muertos después, recordamos los sonidos del asedio con dos periodistas de Gaza que siguen vivos.
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