Un día cualquiera de 2002, la madrileña Juana Canal se subió a un taxi; fue el inicio de un viaje de consecuencias entonces impredecibles. Meses más tarde de subir a aquel taxi, la mujer desapareció. Nadie volvió a saber de ella hasta que, dos décadas después, unos senderistas encontraron de manera fortuita sus huesos en medio del campo abulense.